Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: Esteban Conde Choya
Subtítulo: Con una mosca en la calva
Sabía que aquella noche, en que el Ebro sonaba diferente bajo el puente del Club Náutico y sobre Zaragoza brillaba la luna de un modo extraño, iba a encontrar en el BV80 la salida a mis problemas periodísticos. Hacia más de un mes que no daba con una noticia potable y mis colaboraciones se debían a comentarios o bien necrológicos o bien relacionados con ofrecimientos sexuales, los dos extremos del arco de la vida, pero por ello demasiado manidos; así que el redactor jefe me dio un ultimátum:
“O encuentras algo bueno o…”
Esa “o”, seguida de una suspensión en exceso elocuente, me traía de cabeza, cuando entré en el bar. Curiosamente había menos gente que de costumbre y, mientras pedía una cerveza, un nuevo cliente se puso a mi lado. Al punto lo reconocí, era nada menos que Ed Harris, el actor americano que encarnaba a John Gleen en Elegidos para la gloria. Me pellizqué por si estaba soñando, pero era la pura realidad, aunque milagrosamente nadie en el bar había reparado en su presencia y no había en diez metros a la redonda ningún otro periodista.
Él fue quien tomó la palabra porque yo me había quedado sin habla.
“Sé las dificultades que está viviendo, dijo, y por ello he venido hoy aquí. Le ofrezco gratis la primicia de mi primera entrevista en España, antes de viajar a Barcelona para presentar una marca de cava.”
Recuperé la voz a medias para preguntarle incrédulo:
“¿De verdad? ¡No puedo creérmelo!”
En ese momento vino volando una mosca por los altos del local y aterrizó en la calva del actor.
“Tiene una mosca en la cabeza”, dije haciendo un gesto para espantársela.
Ed Harris detuvo cortésmente mi ademán y, ayudándose de una de sus sonrisas más carismáticas, dijo:
“Déjela y, si logra capturarla con su cámara, la entrevista será así un homenaje a los astronautas que pisaron la luna en 1969.”
Me hizo gracia su ocurrencia y, dicho y hecho, inmortalicé al díptero atrevido que se había posado en la brillante calva del actor. A continuación, en medio de una charla la mar de coloquial y sincera, me contó curiosos datos de su vida y de algunos de los rodajes de sus películas más importantes, como Camino a la libertad, El tercer milagro o La roca, entre otras.
Me despedí del simpático actor más contento que unas castañuelas y me presenté en la redacción con mi primicia, sabedor de que mi suerte había cambiado. El redactor jefe, tras felicitarme formalmente, hizo que mi entrevista saliera en primera plana en el número del día siguiente, entrevista que aparecía, ¿cómo no?, ilustrada con la fotografía de Ed Harris, en cuya oronda calva aparecía posada una mosca.
“O encuentras algo bueno o…”
Esa “o”, seguida de una suspensión en exceso elocuente, me traía de cabeza, cuando entré en el bar. Curiosamente había menos gente que de costumbre y, mientras pedía una cerveza, un nuevo cliente se puso a mi lado. Al punto lo reconocí, era nada menos que Ed Harris, el actor americano que encarnaba a John Gleen en Elegidos para la gloria. Me pellizqué por si estaba soñando, pero era la pura realidad, aunque milagrosamente nadie en el bar había reparado en su presencia y no había en diez metros a la redonda ningún otro periodista.
Él fue quien tomó la palabra porque yo me había quedado sin habla.
“Sé las dificultades que está viviendo, dijo, y por ello he venido hoy aquí. Le ofrezco gratis la primicia de mi primera entrevista en España, antes de viajar a Barcelona para presentar una marca de cava.”
Recuperé la voz a medias para preguntarle incrédulo:
“¿De verdad? ¡No puedo creérmelo!”
En ese momento vino volando una mosca por los altos del local y aterrizó en la calva del actor.
“Tiene una mosca en la cabeza”, dije haciendo un gesto para espantársela.
Ed Harris detuvo cortésmente mi ademán y, ayudándose de una de sus sonrisas más carismáticas, dijo:
“Déjela y, si logra capturarla con su cámara, la entrevista será así un homenaje a los astronautas que pisaron la luna en 1969.”
Me hizo gracia su ocurrencia y, dicho y hecho, inmortalicé al díptero atrevido que se había posado en la brillante calva del actor. A continuación, en medio de una charla la mar de coloquial y sincera, me contó curiosos datos de su vida y de algunos de los rodajes de sus películas más importantes, como Camino a la libertad, El tercer milagro o La roca, entre otras.
Me despedí del simpático actor más contento que unas castañuelas y me presenté en la redacción con mi primicia, sabedor de que mi suerte había cambiado. El redactor jefe, tras felicitarme formalmente, hizo que mi entrevista saliera en primera plana en el número del día siguiente, entrevista que aparecía, ¿cómo no?, ilustrada con la fotografía de Ed Harris, en cuya oronda calva aparecía posada una mosca.
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