Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

viernes, 4 de mayo de 2012

8. El Broncas


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: Kiyo
Subtítulo: El Broncas

Hace años que aparece por el BV80. Todas las noches, en cuanto lo ve el disc-jokey desde su atalaya, pone la música a toda hostia, para que El Broncas no le dé la murga a nadie. Es como un ritual. Fue Ed Harris el que le dio la orden un día, harto ya de las quejas de los clientes. El Broncas apenas se fijó en el sutil detalle, puesto que siempre está concentrado en el rollo que le va a soltar al primer desprevenido que pille.

Esto lo hace sobre todo con los clientes no habituales del BV80, los que se acercan por aquí los fines de semana en busca de buena música Trance de ritmo frenético y enloquecedor. Muchas jóvenes lo dejan tirado con la palabra en la boca bajo el pretexto de irse a bailar un rato, pero él no las puede oír. Tiene el rollo consabido pujando en su mente y lo tiene que soltar al primero que pille. No se corta un pelo. Si no lo suelta revienta.

Yo lo observo desde una esquina en el mullido diván esquinero, al lado de la pista de baile. Es digno de verse las estrategias que usa para que la gente escuche la sarta de gilipolleces de lo más trivial y aburrido que te puedas imaginar. Parece mentira que una pesado tenga tantas tonterías en la cabeza y sienta esa necesidad tan apremiante de soltar el lastre de su subnormalidad sobre el primero que pilla. Si alguien se lo preguntara, después de estudiarlo, llegaría a la conclusión que no es precisamente la bebida lo que le hace soltar el palique hasta extremos exasperantes.

No, es El Broncas, que es así, y punto. Un pesado, un paliza, un mastodonte de casi dos metros, fornido y musculoso, que no tiene nada mejor que hacer que soltarle el rollo a la pobre gente por las noches. Siempre que aborda a alguien, encima el tarugo no se le ocurre otra cosa que hablarle a medio palmo de distancia, casi rozándole la nariz, escupiendo por la boca y mirándolo fijamente a los ojos, como si lo que le estuviera contando fuera un asunto de lo más importante, y no, por ejemplo, que hoy ha hecho mucho frío en Zaragoza y que la borrasca no amenaza cambiar.

Claro, la gente lo primero que piensa es que está grillado. Lo que amenaza es su mirada y su actitud de bravucón más pesado que una vaca en brazos. Y entonces, siempre, en un momento dado, las chicas, se escaquean como descosidas, corriendo a bailar a la pista. Es descojonante. ¡Qué paliza de tío, por Dios!

Ed Harris va de un lado a otro llevando bebidas, vigilándolo con un ojo, y recogiendo tubos de cubatas y cascos de cerveza, organizando el trabajo de las camareras en la barra y echando un vistazo de vez en cuando por si algo en el local no marcha bien.

El Broncas trata de despistarlo cambiando de lugar, mirándolo de reojo en la lejanía, como un lince, el cabrón, y comenzando a soltarle el rollo a otro. Me parto. A veces, mientras El Broncas trata así de embaucar a algún otro incauto, Ed se acerca por detrás y haciendo como que no lo ha visto, le da un golpe con la bandeja de cinc. Es un aviso.

Recuerdo una noche que fue muy gracioso. El Broncas se había quedado mirando una chica que estaba muy buena. Su modo de mirarla era no sólo provocador. Decir que su modo de observar su contoneo era provocador y lascivo, es quedarse corto. Estaba así babeando mirándola, como si la estuviera recorriendo con la lengua, cuando de pronto se acercó su novio.

Al Broncas no se le ocurrió otra cosa que soltarle el rollo a él. Bueno, el otro lo interpretó, por lo visto, tan mal que no sé cómo ni por qué, llegó un momento de la discusión en que El Broncas tenía el puño en lo alto, amenazante y a punto de descargarlo sobre el chico aquél. Lo había cogido de la pechera cuando llegó Ed y le hizo una llave que lo dejó inmovilizado en el suelo hasta que se calmó. Fue cuando el disc-jokey paró la música en seco, y en ese momento escuché que Ed Harris lo echaba del local:

-¡Ahora te vas a largar, y a soltarle el rollo a otro, Broncas, pero fuera de aquí!

¡Pero qué mendrugo, madre mía! ¡No os podréis creer que todavía trató de comerle la olla a Ed, a pesar de la situación, comenzando a largar por un tubo por esa lengua hiperactiva, contándole toda una sarta de sandeces, una detrás de otra en el suelo, como que si habían subido las comisiones de los bancos, que si el clima estaba cambiando y los políticos cada vez ponían más recortes, o que no llegaba a fin de mes, y que esto iba a acabar mal a nivel europeo, con la crisis del euro!

Parecía que al Broncas le hubieran grabado las noticias en la cabeza y como un disco rayado, como una televisión automática a toda potencia, no pudiera desconectarse jamás. ¡Con razón le llaman El Broncas, joder…! Suerte que con la música tan alta no se le puede escuchar en este mítico bar, el BV80.

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