Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 25 de junio de 2012

1. Afuera el cierzo


Una noche en el BV80 con Victoria Abril
Autor: Erre
Subtítulo: Afuera el cierzo

Con el codo derecho posado sobre la barra, agitaba el hielo con un hábil juego de muñeca. Allí me sentía en casa o, para expresarlo correctamente, mejor que en casa. Siempre que podía, escapaba de la rutina diaria cobijándome en el BV80, sitio de reunión de artistas y no tanto, cueva de gnomos y de musas, hueco para bohemios y para cualquiera que pasara por allí.
Vivíamos una fría noche de Abril y en la calle arreciaba el cierzo. Un whisky, buena música, rostros conocidos. Era un buen refugio para una noche así. Una mujer me miraba insistentemente y sin disimulo desde el otro extremo de la barra. Jugaba con el limón de su gintonic. Lo cogía entre su pulgar y su índice para llevárselo a la boca roja, lo mordisqueaba, succionaba su jugo, cerraba sus ojos y fruncía la nariz por el sabor ácido que contrastaba con la dulzura de su rostro de niña. Jugaba con el limón de su gintonic, jugaba con todos nosotros. Demostraba verdadera destreza en el uso de sus carnosos labios. Era una mujer excepcionalmente bella, pero no me detendré en detalles estéticos que podrían mudar la atención hacia cuestiones irrelevantes. Lo cautivante, lo encantador, lo paralizante, era su actitud. La sensualidad era su sello distintivo, su marca, su signo divino. Una manzana brillante, jugosa, sugestiva, embaucadora. También era la serpiente peligrosa y mortal. Tenía todo para ser irresistible y lo era. Nada de lo que hiciera podía pasar desapercibido, ella lo sabía. Disfrutaba de aquello, le excitaba saberse dentro de nuestras mentes, manipulando nuestros pensamientos, adueñándose de nuestros sentidos, nuestros deseos y nuestros sueños. Enseguida pude sentir que era naturalmente provocadora, que no conocía de límites. Era fascinante, sugerente, tentadora. Definitivamente era peligrosa. No podría haberla encontrado en otro bar de la ciudad. Era una mujer que parecía nacida en el BV80. Se puso de pié y sonrió con gracia, con descaro, con impudicia. Lentamente comenzó a caminar hacia mí y, a cada paso suyo, mi corazón daba un respingo, mi piel se erizaba un poco más. Ya estaba totalmente tieso y todavía no me había metido nada. Tácitamente me obsequió el brillo de sus ojos y el gesto pícaro de su rostro. No podía creer lo que sucedía. La diosa de la sensualidad se dirigía directamente hacia mí, sonriéndome con endiablada malicia. Presentí que aquella noche sería mía la Victoria con que había soñado tantas y tan ardientes noches. Puso su mano en mi hombro y me embriagó con su perfume. Con sus delgados dedos dibujó garabatos en mi brazo. Susurró algo en mi oído y besó el lóbulo de mi oreja y le dio un pequeño mordisco. Estaba turbado. Luego, lentamente, como retrasando el momento de placer, cogió con delicadeza aquello que tanto quería de mí. Segundos después la vi salir del bar, llevándose consigo mi submarinista a batería y mi corazón.

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