Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 13 de agosto de 2012

8. Inexistencia


Una noche en el BV80 con Victoria Abril
Autor: Roñas
Subtítulo: Inexistencia

Sucedió una fría noche de invierno cuando el corazón de mi hijo, que llevaba más de seis meses pegado a cables y tubos de oxígeno que pretendían prolongar su vida, dejó de latir. Un cáncer había consumido su cuerpo, devorado sus entrañas en apenas unos meses.

En el instante en que exhaló su último aliento, apreté su mano, le miré a los ojos por última vez y huí de la habitación del hospital con la celeridad de un atleta que compite durante las olimpiadas en los cien metros. Los órganos de su cuerpo habían dicho basta y él simplemente se dejó llevar como si fuera una de esas ramas arrastradas por la corriente.

Lo más aterrador de aquella imagen era que ya no le volvería a tener entre mis brazos. Ya no habría más risas en casa, ni más juguetes tirados en el suelo. Su llanto no me desvelaría por las noches y no oiría nunca más aquella canción que me recitaba sin falta todos los domingos: papá, la paga. Cuando David falleció, la parte más importante de mí se marchó con él.

En la calle, el cielo lloraba con furia y la tormenta repiqueteaba en los aleros de los tejados y en las aceras. Corroído por el dolor, atravesé las avenidas sin prestar atención a los coches y permití que el agua se inmiscuyera debajo de mis ropas hasta calarme los huesos. No me importaba lo que me ocurriera. En más de una ocasión recé para que Dios (o el que estuviese allá arriba), me llevase a mí. Pero la vida es cruel e injusta y, a veces, no entiende de sentimientos.

A eso de las doce, reparé en el brillante rótulo de neón del BV80 que oscilaba en la oscuridad como las luces de un faro que impiden a los navegantes estrellarse contra las rocas de la costa. Cuando atravesé el umbral, tomé asiento junto a la barra y pedí una copa de whisky. A mi lado había una mujer menuda, con una boca amplia y una mirada penetrante, que jugueteaba con un refresco. Parecía abstraída, absorta en sus pensamientos y su mente se hallaba a millones de kilómetros de distancia.

—¿Tiene hijos? —me preguntó de repente.

—¿Cómo dice?

—Que si tiene niños pequeños.

—No —dije, apretando los dientes y frunciendo el ceño, mientras una legión de arrugas se adueñaba sin piedad de todos los rincones de mi rostro—. ¿Y usted?

—Aún no, pero esta tarde el médico me ha confirmado una noticia maravillosa. Voy a ser madre, ¿puede creerlo? Hay una cosita que está creciendo dentro de mí…

—¡Enhorabuena! —mascullé entre sollozos.

—Por cierto, soy Victoria Mérida. Pero todos me llaman Victoria Abril. Mi representante dice que es un nombre más comercial.

—Yo soy Juan, Juan Gómez.

—Todavía sigo sin creérmelo —replicó—. Voy a tener un bebé. Aún no se lo he dicho al padre. Usted es el primero en saberlo. ¡Bueno, usted y el médico, claro! Seguro que me cambia la vida. ¡Ya lo creo! Llevo cuatro horas sin fumar y voy a dejarlo. Nada de cigarrillos mientras dure el embarazo. Y luego a cambiar pañales, darle el pecho, el biberón. Ya estoy pensando en cómo voy a decorar la habitación. La quiero azul (si es niño) y rosa (si es niña) y que en el techo haya estrellas que brillen durante la noche. También tengo que comprarle la cuna, el cochecito, el sonajero, el chupete, los patucos…

—¿Y el nombre? ¿Ya ha pensado cómo se va a llamar?

—¡Es verdad, el nombre!

Y en ese momento, mientras yo me fijaba en la mujer de la barra, mientras mis ojos se convertían en dos llamaradas incandescentes de ira y furia, pensaba en las paradojas que guarda el destino, en lo cruel que en ocasiones es este mundo cuando nos reparten las cartas equivocadas y en el macabro juego del azar y las casualidades que rigen nuestras vidas: el júbilo de los padres que traen al mundo una nueva criatura y la tristeza de los progenitores que deben enterrar a sus hijos y sumirse en la nada, el vacío, la inexistencia.


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