Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

jueves, 20 de diciembre de 2012

3. Viva la vida


Una noche en el BV80 con Fernando Arrabal
Autor: Esteban Conde Choya
Subtítulo: Viva la vida

Nada más entrar en el bar, Arrabal salió a mi encuentro con su cara de niño eterno, barba de abuelo y gafas, riendo como siempre. Me tendió la mano como saludo y cuando alargué la mía para estrechársela, se llevó la suya a la frente y se peinó los pelos blancos del flequillo.

“¡Has vuelto a caer!”, exclamó soltando una risotada.

Lo que no sabía Fernando es a qué había ido yo esa noche al BV80. Sin más dilación, le dije:

“¿Te acuerdas de Fando?”

Se levantó las gafas extrañado y preguntó:

“¿Qué Fando?”

“El que te está buscando”, le solté a bocajarro.

Se quedó como mirando al futuro, es decir, a nada. Luego reaccioné:

“Fando, hombre, Fando. ¿Qué Fando va a ser? El de Viva la muerte”.

Se puso serio.

“¿Y qué pasa con él?”

“Que lo he vuelto a ver. Ya no tiene diez años ni es aquel muchacho que descubrió la triste verdad de la desaparición de su padre durante la guerra…”

Arrabal se puso de nuevo las gafas. Pero no sé para qué porque no miraba a ningún sitio. Parecía hacer todo lo contrario, es decir, mirarse dentro, muy dentro de sí mismo para escudriñarse la identidad, la infancia… De repente, redujo aún más la rendija de sus pequeños ojos de niño y, tras aplaudir seguramente alguna ocurrencia suya que acababa de pescar en el río inagotable de su mente, soltó una de sus carcajadas y disparó valiéndose de sus índices estirados hacia mí:

“Casi te quedas conmigo, ¿eh? Pero una película es sólo una película y de eso hace muchos años. ¡Joder, 1971! ¡Ya ha llovido! ¡Ni me acuerdo de aquel engendro mío de Baal Babylone, del que saqué el argumento!”

Le estreché con ternura sus manos convertidas en pistolas con las mías y, ante su sorpresa, insistí:

“Fando está vivo y desea hablar contigo”.

Se agitó nervioso. Dijo:

“¿Por qué no olvidamos esta charla y nos tomamos un par de cervezas para celebrar que estamos vivos?”

“Antes tienes que hablar con Fando”.

Se limpió una lágrima.

“Fando ha muerto”, dijo en un susurro. Luego se miró al espejo y añadió: “¿Lo ves? Ya no está, ya no aparece por ningún lado en el cristal aquel que tantas veces me miraba aviesamente desde él, como pidiéndome una explicación. Ya se la di. Ya se la di.”

Me alegré de verdad. Lo miré fijamente. Y algo vi en su mirada que me hizo contestarle:

“Por fin, Fernando, te has liberado de tus fantasmas. Es el momento de tomarnos esas cervezas. ¡Viva la vida!”


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