Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 31 de diciembre de 2012

9. Siete wiskis para la mesa cuatro


Una noche en el BV80 con Fernando Arrabal
Autor: Claudia Muñoz [Colombia]
Subtítulo: Siete wiskis para la mesa cuatro

En ese entonces todo pasaba por los ojos de Arrabal. Joaquin me dijo que no podía hacer nada sin que el texto no estuviera abalado por alguien. No tuve otra salida que llevarle el texto a la espera de un gesto mal articulado de mediana aprobación. Llegué al bar cuando apenas comenzaba la tarde. La cerveza se calentó, vi como la espuma se evaporaba en la densidad de la música.

Otro cigarrillo más y… otro cigarrillo más. Falta siete para las nueve. Estaba nervioso. De pronto, al fondo, en un dejo sostenido de ‘rrrr’ su voz se fue aclarando hasta la barra. Con un sorbo de cerveza caliente lo encaré. Le di el texto que tanto trabajo me había costado escribir, era mi única oportunidad de soñar con otra cosa.

Miró por encima de sus gafas, extendió su mano agarrando con fuerza los papeles y suspirando como quien no tiene más remedio me dijo: ‘Ah, bueno’. Se fue a la mesa con un vaso de wiski. Y ya, no hubo más, no me permitió una despedida. ¡Eso fue todo no dijo más! Esperé un código en clave, un pestañeo, una invitación a su mesa.

Vi como pasaba las páginas, fumaba su tabaco, murmuraba cosas y reía. Miraba el wiski y bebía con encanto. Levitaba en un soliloquio delirante. Acercarme era un acto de indiscreción. Esperé, solo esperé y nunca pasó nada, después de siete vasos de wiski, nunca pasó nada.

A media noche, ebrio de wiski y tabaco, lo vi levantarse de la mesa. Salió por la puerta con el ruidoso caminar de un Baco que quiere volver a casa.

El mesero le llevó al taxi y luego recogió las cenizas, los vasos y unos papeles húmedos con la tinta corrida que fueron a dar a la basura.

No había qué pensar mucho, tampoco había que revirar nada, solo que el mesero no me dejó ir hasta que pagara los wiskis de Arrabal. Yo pagué sus tragos sin saber que los invitaba, y él, a cambio, se va sin decir nada.

Al día siguiente vendí mi máquina de escribir y regalé algunos libros. Rompí las cosas que había escrito y renuncié oficialmente a la gramática. Tal vez Arrabal tenía razón, tal vez no, pero la duda no es un camino cuando se es joven.

Volví al BV80 tres años después cuando me gané una audición para interpretar a Fando. No dejé calentar la cerveza, miré la mesa de la izquierda donde pronto estaría Arrabal. Tuve la tranquilidad de su ausencia. Pedí un wiski y no dije nada… no pensé nada… nunca más volví a escribir nada.


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