Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

martes, 30 de abril de 2013

12. ...Simplemente la mano nos damos


Una noche en el BV80 con Chavela Vargas
Autor: Petra Lamarc
Subtítulo: ...Simplemente la mano nos damos

Aquella fue una extraña madrugada de primavera que inesperadamente se vistió de otoño. Una niebla ligera vagabundeaba pegada al suelo entre las calles estrechas del barrio y las primeras flores de los cerezos rojos alineados hacia el infinito borroso de la Madalena parecían flotar en ella; mas allá, un barrendero fluorescente peinaba un amanecer de los recuerdos de la noche empeñada en agarrase al empedrado irregular de los viejos adoquines. No hacía frío, tampoco podíamos sentirlo, envueltos como estábamos en el calor de las muchas copas secas de aquellas últimas horas. Caminábamos solos, dispares, pegados entre silencios,… perseguidos por el eco de los tacones de las viejas botas camperas de color mundo que vestía…

A decir verdad, la noche había sido algo difusa, inesperada. Había llegado al BV más tarde de lo acostumbrado, nada anormal; los habituales saludos del personal y de los otros —los de siempre o casi siempre— que trasnochan los días con disciplina cartuja; la música algo nostálgica para esas horas; Chema, como siempre!; ella, que me mira acodada sin verme, conversando aburrida con un nadie de nada; el trago que sin pedirlo encuentro frente a mí antes de terminar de saludar; las botellas pulidas que recogen el brillo de una penumbra impuesta por la hora de la ley; el inexorable olor del tiempo y el tabaco impresos en la madera de la barra, en las mesas, en el suelo; el espejo; los artistas aquí y allá; los demás. Todo OK. Todo…, salvo la mesa del último rincón ocupada por un grupo desconocido que gesticulaba una viva conversación sin apenas levantar la voz. Un quinteto, de variada edad madura, compartía sin respiro; tabaco, botella y palabra protegidos tras unas innecesarias gafas de sol.

—Una tras otra desde la una que han llegado…, y van cuatro de Reposado, José Alfredo. Cuatro sin más!! —comentó Chema dejando marcado acento en la frase. Estaba contento, todavía tenía otras dos en el almacén.

Uno de ellos; alto, aplomado, desfiló íntegro hacia nosotros y con segura palabra de gentleman acertó sin balbuceo a pedir una botella más, también pidió la cuenta al tiempo que desembolsaba un billete capaz de solventar lo bebido en su mesa y mucho más.

—Llévasela por favor. Me voy, te ruego me despidas, yo no he sido capaz. Gracias. ¡Tómate un trago a su salud …y ponle otro a tu amigo! –Y se fue tras aquellas palabras.

Las horas de la noche iban cayendo como las copas de cualquier día de martes y un desfile de despedidas, arranques y arranquitos procesionaba hacia la puerta de salida antes de atreverse con la calle. En la mesa del rincón dos de los contertulios se levantaron al unísono con elegancia serena pese a las horas de tragos que soportaban. Sin duda eran profesionales. Parecían gemelos; similar estatura, parecido terno gris clásico eterno, actitud cinematográfica en el paso y el gesto, idéntica postura al apoyarse en al barra y sacar la cartera de piel del mismo bolsillo izquierdo de sus chaquetas. Antes que Juan abriera la boca para decirles que el bar cerraba, ambos dejaban dinero suficiente para una botella más.

—Llévales otra de Reposado por favor… y gracias por todo. No te preocupes, no han de tardar mucho en levantarse. Gracias de nuevo, es un local estupendo —dijeron entre los dos, y salieron sin más.

Chema puso la última botella en la mesa oscura donde ya solo permanecían cara a cara, amarrados a sus vasos, los dos últimos del quinteto. Curiosamente los menos corpulentos, más indefinidos y aparentemente frágiles. Ya no hablaban, y sus manos solo gesticulaban el esfuerzo de llenar vasos sin derramar una gota y levantar un respetuoso brindis antes de vaciarlos de un solo trago ritual. Un duelo infernal que parecía solo tener final en el fondo de la botella y de sus recuerdos.

En el BV80 ya solo respirábamos Chema, los duelistas, el vacío y yo, y solo nosotros dos reventábamos el silencio imaginando en voz queda el misterio de aquel extraño quinteto. Al poco, como bien habían predicho sus compadres de mesa, se levanto solemne una de las sombras. Una silueta perfilada y altiva que esquivaba su oculta feminidad vino hacia nosotros sin requiebros, y apuntando sin temblor con el purito que retiraba de su boca quiso saber mi nombre al tiempo que exhalaba una larga y ronca columna de humo.

—José Alfredo —contesté profundamente sorprendido. Una mueca de sonrisa marcó nuevas arrugas en una cara demasiado curtida por otras muchas.

—José Alfredo, se amable conmigo y acompáñame a la puerta del Hotel, está mismito aquí pero no lo encontraría sola. Es tarde, y ella hoy no está de acompañarme. —Su voz sonó cansada, profunda y algo quebrada, sin atisbo de suplica, timbrada con la firmeza que da el tiempo de quien acostumbra a ordenar.

Acepté sin reparo el ángulo abierto que su ligero brazo me ofrecía y emprendimos el camino de salida, no sin antes despedirnos con permiso abierto de Chema, que ahora aceptaba el trago de aquella última e inquietante sombra que pegada a la mesa parecía no tener fondo ni día.

—Me llamo Isabel… Isabel Vargas Lizano. —Y envuelta en una estruendosa carcajada susurró— No tengas cuidado de mí, José Alfredo, los tiempos del miedo ya se alejaron.

…Caminábamos solos, dispares, pegados entre silencios, …envueltos en aquella madrugada de primavera que se vestía de otoño, paso a paso en dirección a su hotel; palomas negras despegaban hacia una luna que huía de la primera luz, quizás conmovidas por la letanía ronca que ella entonaba y el eco de la mañana vacía devolvía…. ”Nada me han cambiado los años, siempre caigo en los mismos errores, otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores…”


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