Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

jueves, 8 de agosto de 2013

2. El viajero del tiempo


Una noche en el BV80 con The Rat Pack
Autor: Roñas
Subtítulo: El viajero del tiempo

Un haz de luz lo inundó todo y de su interior emergió un DeLorean, dejando sobre el asfalto de alquitrán una estela de llamas y marcas de goma. Tras unos instantes, se hizo la oscuridad. Las calles de Zaragoza se encontraban desiertas y el frío rasgaba el aire, como una cuchilla. Miré la fecha. Eran las tres de la mañana del uno de diciembre de 1983.

Al contemplar mi rostro en el espejo retrovisor, me di cuenta de que mi pelo se había tornado del color de la ceniza, me habían salido de repente patas de gallo, las arrugas se replegaban por mi rostro igual que un ejército indomable y mi cuerpo parecía más fibroso, como si se hubiese reducido a huesos y piel.

Tantos viajes comenzaban a pasarme factura.

Revisé el condensador de flujo y, tras cerciorarme de que no había sufrido ningún desperfecto, oculté el coche en un lugar seguro. No quería llamar la atención.

Al bajar del DeLorean, de mi boca brotaron jirones vaporosos. Enseguida, saqué la ropa de abrigo del maletero y me cambié. Después cogí la mochila y me la eché al hombro. Los edificios se alzaban en el horizonte como inmensos bloques de hormigón repletos de balcones. Me llevó un rato dar con el garito que buscaba. Era el BV80. Un local de moda alternativo, con mucho ambiente, ubicado en la calle Doctor Palomar, que se había convertido en un lugar de referencia. Detrás de sus paredes se realizaban conciertos, escenificaciones teatrales, performances y presentaciones de libros.

Afuera una cola de gente llegaba hasta la esquina. El portero me reconoció de inmediato y me dejó pasar. En la entrada, un grupo de chicas me miró de una forma extraña, como si yo fuese un ser de otra galaxia. Hablaban en castellano y ni siquiera las entendí. Alguien me tocó la espalda y articuló unos vocablos en inglés.

—Me gusta tu estilo de los años sesenta. Es muy… Cool. ¿De dónde has sacado esa ropa? —me preguntó una mujer con cara de ratón y ojos achinados.

Me encogí de hombros, igual que una tortuga dentro de su caparazón y me aproximé a la barra. En la pista de baile varios cuerpos se deslizaban inasibles. Parecían astronautas moviéndose de un lado a otro mientras la música, el alcohol y las drogas les poseían. Busqué con la vista a José, el propietario del garito, que se encontraba sirviendo unas copas. Al reparar en mí, se secó las manos con un trapo y se acercó. Una sonrisa brotó de sus labios:

—¡Qué rápido has vuelto, Mcfly! —me dijo en un inglés macarrónico, donde arrastraba las sílabas.
—Te dije que era un hombre de palabra.
—¡Ya lo veo, ya!
—Hay dos cosas que no tolero: una es que me llamen gallina. No soy ningún cobarde. Y la otra: que no me crean. Yo siempre digo la verdad, incluso cuando estoy ebrio y me entran ataques de sinceridad.

Encendió un cigarrillo y las volutas de humo se enroscaron en el techo igual que serpientes asesinas. Abrí la mochila despacio, la cremallera crepitó del mismo modo que un somier oxidado y extraje tres urnas que deposité sobre la barra.

—Aquí los tienes, José. Sammy, Dean y Frankie. Te dije que traería al Rat Pack al BV80. Me debes una copa, creo que me la he ganado. Date prisa, porque Doc me espera. Quiere que vaya a la época victoriana a ver si podemos desenmascarar a Jack El destripador.


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